Por Robby Ralston. Publicista
Dos o tres veces por año, Jessica, Anita, Piolo y yo nos vamos a bailar salsa a un huequito en Miraflores llamado Cohíba.
Unos cuantos sones, unos cuantos rones y unos cuantos patacones e inevitablemente el márketing se impone y aquí estoy en la mesa, pensando lo mismo: qué gran ejemplo de segmentación de mercado es este.
Porque vamos a ver: locales para bailar salsa siempre ha habido, claro, pero entre el clásico salsódromo y este lugar hay una gran diferencia: el segmento al que van dirigidos.
Lo del Cohíba apunta al segmento salsero premium de buen poder adquisitivo. Mientras que en un salsódromo abundan las botellas de cerveza, lo que veo a mi alrededor son botellas de Havana Club y Etiqueta Negra. Y si en un salsódromo la edad promedio es de 20 a 30 años, en este local casi todos son de mi promoción o mayores que yo.
Para atraer a este consumidor los dueños de este local parecen haberlo estudiado muy bien. Pensemos un ratito: ¿Qué espera un pata de 40 a más años que quiere irse a tonear un rato con su esposa y sus amigos? Nada del otro mundo: seguridad, buena música, buen servicio, un ambiente bonito, trago sin bambear, limpieza y --sobre todo-- un público GCU que va a pasarla bien sin pegarse la tranca del siglo y agarrar a botellazos a alguien.
Detecto una mezcla muy fina de anzuelos y frenos aquí. No me costó encontrar estacionamiento, el cuidacarros se veía confiable y había seguridad en la puerta. Por otro lado, quien quiera entrar tiene que soltar 20 soles por cabeza sin esperar nada a cambio; y más vale que tenga una reserva y que --aún teniéndola-- llegue temprano. Es que estoy sentado en un local de unos 300 m2 con una capacidad muy limitada. Esto no es un hangar.
La decoración es simpática, la orquesta está buenísima (aunque se toma descansos demasiado largos), el servicio es amable, la carta de tragos y piqueos es simple, pero suficiente y los baños son limpios. Qué más se necesita para tonear tranquilo, digo yo.
Ojalá que no se les suba el éxito a la cabeza y se les ocurra ampliar el local --pienso--. Yo creo que se perdería la magia que flota en este ambiente.
Pero si yo fuera dueño de esto, quisiera crecer, y sería lícito. ¿Cómo lo haría? Me parece que en un caso como el del Cohíba el camino no es la ampliación sino la clonación: replicar la experiencia que han logrado construir en este local, abrir uno en cada zona de la ciudad, en provincias o, por qué no, en "extrangia". Eso se puede hacer despacio con dinero propio, o más rápido a través del franquiciamiento.
La orquesta ya regresó de su descanso. Piolo y Anita ya están toneando. Jessica está lindísima a mi lado y cuando la miro me dice:
-¡Te fuiste, chico! ¿En qué piensas?
- Na'... Que voy a escribir de esto en mi columna. Pero ahora ¡vamo' a bailar, chica!
http://www.robbyralston.com/
publicado en el diario El Comercio el sabado 24 de mayo
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