miércoles, 4 de noviembre de 2009
Cómo vender. Los consejos de Tom Peters
Tom Peters enumera las 25 reglas de oro que debe seguir todo buen vendedor.
Tomado de HSMGLOBAL.COM
Con su característico estilo desenfadado, Tom Peters, el gurú del management, da una serie de consejos para ser un buen vendedor.
1. ¡Conocen su producto! Es obvio, pero no menos importante de señalar. Se debe ser endiabladamente inteligente sobre lo que se está vendiendo. El secreto para hacerlo va más allá de unas cuantas clases o leyendo uno que otro artículo. Se debe de buscar en Internet y otras fuentes externas para encontrar toda clase de comentarios periodísticos sobre el producto o servicio que su compañía está vendiendo. Responder quejas basadas en una mala crítica periodística del producto es crucial. También es una buena razón para empezar a desarrollar una red interna: conviértase en amigo del departamento de “desarrollo de productos”; aliéntelos a compartir con usted “la historia real detrás del producto”. El conocimiento directo del producto es un buen punto de partida, pero siempre hay que buscar más, mucho más. Aquel vendedor con mayor conocimiento de su producto es el que gana.
2. ¡Conocen a su compañía! Usted está vendiendo a su compañía de la misma manera en que está vendiendo su producto o servicio. Necesita entender sus procedimientos y finanzas. Lo que más necesita es construir una fabulosa red de contactos en todas las partes de la compañía, las cuales le enseñarán datos importantes y, además, actuarán como sus guardianes cuando se presenten problemas.
3. ¡Conocen a su cliente! Una vez más, debería buscar en todas las fuentes, incluyendo informes de analistas y gente que haya trabajado para la compañía del cliente. Llame a un viejo compañero del colegio que trabaje ahí. La meta: conocer el sabor y el tono de la “cultura corporativa” de la compañía-cliente. Conocer al cliente, obvio, implica conocer a los individuos con los que se va a tratar. Cualquier forma de consolidar una “red de conocimiento” vale la pena.
4. Aman la política, tanto en casa como fuera. Recuerde: Las ventas son política. Si no “ama” la política, va a ser un mal vendedor. La política, después de todo, es la manera en que se lidia con otras personas para cumplir con un objetivo. A veces puede ser frustante y exasperante –e incluso puede ocasionar el abandono de un trabajo-, pero el saber ser político es esencial para el ejecutivo de ventas.
5. Respetan a sus competidores de manera casi religiosa. Quizá los odie o quizá lo hayan entrampado en una venta. No importa: no critique a sus competidores. Nada lo infrovalora más que criticar a un competidor. La meta es demostrar porque nuestro producto o servicio es mejor, y porque nuestra compañía es una mejor firma. Va una verdad irrefutable: No hay una mayor bendición que un extraordinario competidor (ejemplo: UPS para FedEx). Los grandes adversarios nos mantienen alerta. Ninguno de nosotros mejora si no somos presionados por alguien más.
6. “Ponen micrófonos” en la organización de su cliente. “Poner micrófonos” en la organización de su cliente significa desarrollar relaciones íntimas en todos los niveles con la empresa de su cliente. Varias investigaciones apuntan a que las mujeres son con frecuencia mejores vendedoras que los hombres; precisamente porque son menos consientes de las jerarquías y están más dispuestas a invertir más tiempo en desarrollar relaciones de “bajo nivel”, lo que abre el camino para la venta con el “jefazo”. Esto consume mucho tiempo, pero vale la pena el esfuerzo.
7. “Ponen micrófonos” en su organización y en las organizaciones de los otros vendedores. Las probabilidades de “ganar la venta” aumentan dramáticamente si un vendedor se apoya en todo el talento de la compañía en la que trabaja. Usted está vendiendo la experiencia de trabajar con toda su compañía, no la mera experiencia de trabajar con usted. Un consejo: conozca a los ejecutivos “juniors” o a aquellas personas infrovaloradas en su organización; más aún, llévelos a las juntas con sus clientes. Un relativamente inexperto ejecutivo de finanzas de su compañía puede tornarse a la larga en su principal aliado. Una red de contactos entre los “despreciados” de la organización se transforma, a la larga, en una gran cantidad de dividendos.
8. Nunca prometa más de lo que puede cumplir. Esta es otra manera de decir: “la confianza cuenta ... para todo.” Los errores ocurren, lo que implica que en algún punto del proceso de venta usted tendrá que prometer de más. La idea aquí es no engañar, incluso si esto significa perder ventas. Tampoco se trata de ser demasiado conservador y nunca prometer nada; sin embrago, los vendedores ganadores siempre están más delante de aquello que prometen. El prometer de más puede costarle su trabajo; el siempre prometer de más, puede costarle su carrera. 9. Venda mediante la resolución de problemas específicos/ creando redituables oportunidades de negocio. Aquí está el “pitch” de ventas: “Nuestro producto resuelve estos problemas específicos (XXX) , crean estas increíbles oportunidades (XXX), y le harán ganar un montón (XXX) de dinero. Déjeme explicarle exactamente cómo: (XXX).”
Pregúntese: ¿Estoy vendiendo un producto o una “sorprendente y original solución” tan memorable que será recordada al paso del tiempo? Los vendedores no se limitan a vender productos, inclusive si son buenos productos. Un buen vendedor no vende un “rolex”, vende la “experiencia de usar un rolex”. Lema: los idiotas venden rolex; los genios venden el estilo de vida rolex.
10. Son capaces de involucrar a cualquiera, hasta a sus peores enemigos. Escenario: Usted tuvo una pésima experiencia con cierto vendedor o con cierto cliente hace dos años y aún sigue enojado por ello. Empero, se le presenta una situación de venta en la que ese vendedor o cliente le puede ayudar a aumentar su credibilidad en ese proceso. ¿Qué hacer? Tráguese su orgullo; llame a ese vendedor o cliente; páguele una fortuna y asegúrese de que le ayude a vender. Una venta inspirada significa utilizar todos los recursos a su alcance, incluso aquellos que antes no podía soportar.
11. Conocen la historia de su marca. Su compañía vende una “historia”, una “visión” y una “marca. Por tanto, un gran vendedor utiliza el poder de marca de su compañía.
12. Siempre saben que todos los problemas son sus problemas. Nunca le eche la culpa de un problema a una persona dentro de su organización... aún cuando tenga razón. Cuando a su cliente le llegue tardíamente un pedido, nunca diga “es culpa del departamento de operaciones” o algo similar. Usted es el vendedor; usted es el representante de la compañía; si algo salió mal, es su culpa. Esto, desde luego, no significa que usted no tenga el derecho de sentirse enojado con el departamento de operaciones; significa, eso sí, que no puede transmitirle ese sentimiento a sus clientes, pues en el momento en que lo haga, toda la confianza que el cliente tenía depositada en usted se ira a la basura.
13. Actúan como un conductor de orquesta. Hágase responsable de todo el proceso. Los grandes vendedores consiguen buenas comisiones por orquestar buenas experiencias de venta, y no tanto por formular grandes “pitchs” de venta.
14. Ayudan al cliente a conocer la empresa que está ofreciendo la venta. Sólo la gente estúpida esconde información. En realidad, usted no quiere que el cliente dependa completamente de supersona. Usted quiere que el cliente le de las gracias por todas las cosas maravillosas que la gente maravillosa de su compañía ha hecho por él. Si se presentan problemas y usted está fuera de la ciudad, su cliente deberá contar con varios contactos dentro de la organización que le puedan orientar.
15. Huyen de los malos negocios. No se trata de renunciar a la primera o cuando se presente algún problema. Sin embargo, se presentará un momento en el que usted encuentre a un cliente que no sea digno de confianza; cuando jugar sea demasiado riesgoso. Cuando llegue ese momento, lo mejor es huir con gracia. Seamos claros: los malos negocios existen. La vida es muy corta como para hacer tratos con gente deshonesta o reprobable.
16. Entienden que existen “las buenas pérdidas”. Una “buena pérdida” es un intento valiente que, lamentablente, no fructifica por una serie de razones más allá del vendedor. A veces una “buena pérdida” puede ser major que una “ganancia mediocre”. Una “ganancia mediocre” significa ganar poco dinero por repetir un viejo procedimiento; una “buena pérdida”, en cambio, significa crear una oportunidad increíble para un cliente que aún no estaba preparardo para lidiar con ella. Por ello, es importante ampliar los límites mentales de nuestros clientes.
17. Saben que no todo es un asunto de “precio”. Se puede perder una buena venta por una cuestión de precio, Y es válido quejarse con los directivos de la compañía en torno a los altos márgenes de ganancia que se quieren obtener. No obstante, una de las evidencias más claras de un mal vendedor es la queja continua sobre l pérdida de ventas por el “precio”. Un vendedor le presenta a sus clientes un esquema “oportunidad/ solución/ experiencia/ ingreso/ desempeño”. Quizá ese valor añadido no compense una ventaja de 50% del competidor sobre nuestro precio, pero sí debería valer algo; sobre todo en un mundo donde los valores añadidos e intangibles se han vuelto cada vez más importantes.
18. No comprometen a toda la compañía para hacer la primera venta. Un buen vendedor no compromete de manera absurda diversos servicios de la compañía a la que representa en aras de hacer la primera venta con un cliente importante.
19. Son respetuosos de los nuevos competidores, quienes son el verdadero enemigo. En el largo plazo, el verdadero enemigo nunca es el principal competidor por todos conocido, sino aquel que no logramos detectar en la pantalla de radar, al que no vemos venir; este competidor es el que tiene una brillante idea que nos pondrá contra la pared. Por ello, es recomendable trabajar con estas nuevas compañías para ampliar nuestra oferta de productos y servicios y así contar con un “aliado” en lugar de un “rival”.
20. Buscan a clientes “cool” que les abran una ventana al mañana. Nosotros (usted, el vendedor y su compañía) somos tan “cool” como nuestra cartera de clientes. ¡Así de simple! En el 2002, es imperativo que nuestra cartera de clientes incluya a empresas que buscan la excelencia en el “mañana”. Este es el secreto de la “innovación automática”: convivir con gente interesante, automáticamente lo hace más interesante y lo mantiene a la vanguardia.
21. Usan la palabra “alianza” de manera obsesiva. Le estamos vendiendo una experiencia al cliente, lo que involucra el esfuerzo concentrado y coordinado de todos los miembros de la cadena de abastecimiento. Un vendedor tiene la obligación de hacer sinergia y extraer todo el poder y la imaginación de la cadena de abastecimiento.
22. Mandan muchas notas de agradecimiento (escritas a mano). Las ventas son un negocio de relaciones, y el saber decir “gracias” es la base misma de una buena relación. ¡No mande simples mails de agradecimiento! Escríbale una nota de agradecimiento a todo aquel que le haya ayudado a concretar una venta, amén del puesto que estas personas ocupen en la empresa. Una regla de oro: el 50% de esas notas deberán ir a personas de la propia compañía que le hayan facilitado la experiencia al cliente.
23. Le ayudan a su cliente. Un gran vendedor mira a su cliente y se dice: “¿cómo podré ayudar a esta persona para que sea rica, famosa y la asciendan de puesto?”. Se trata de ayudarle a la compañía del cliente, claro, pero también se trata de convertir en héroes a los individuos que confiaron en nuestros productos o servicios.
24. Cambian a la civilización. Steve Jobs, el presidente de Apple, dijo una vez: “hagamos un cambio en el universo.” La noción de que el proceso de ventas puede cambiar a la civilización, o por lo menos ser algo significativo, es lo que nos mantiene motivados.
25. Mandan mensajes sencillos y claros. Sea simple y sea claro. No hay mejor forma de comunicarse.
domingo, 1 de marzo de 2009
Digamos, y solo digamos
Al ver la publicidad en las principales calles de Lima, muchos hemos sentido un profundo malestar por la campaña “Los chatos no la pasan tan bien” que ofende innecesariamente la autoestima de los niños de baja estatura. Es evidente la falta de creatividad de los publicistas a cargo que con mucha originalidad resalta el excelente publicista, escritor y comunicador Gustavo Rodriguez.
El Comercio
Por: Gustavo Rodríguez
14 de febrero del 2009
Digamos, y solo digamos, que tengo un hijo de 12 años que es la luz de mis ojos. Es cariñoso, inteligente, y su madre y yo lo adoramos. No es saludable comparar a nuestros niños pero digamos, y solo digamos, que desde que lo veíamos dar sus primeros pasos en el parque nos dábamos cuenta de que era más pequeño que otros. Con el tiempo lo confirmamos: en el nido había niños que le llevaban media cabeza y más. Sin embargo, no le importaba, o quizá ni se daba cuenta.
Digamos que fue en el colegio cuando mi hijo empezó a sentir algo de bronca por su estatura. Un día que fui a recogerlo descubrí que unos niños de segundo grado lo fastidiaban, cantándole que era un piojo. Él trataba de atraparlos, pero los demás eran más rápidos y grandes.
Digamos que fue acostumbrándose a ser de los más pequeños de su clase, lo que compensaba con su simpatía. Sin embargo, recordaba lo cruel que se puede ser en un colegio y a veces lo imaginaba soportando chapas como “leñador de bonsái” o “Tarzán de maceta”. En mi fantasía lo veía salir airoso con alguna frase más sorprendente que la que repetía su madre, que el mejor perfume viene en frasco chico.
Con el tiempo el tema de su estatura nos dejó de parecer importante en su desarrollo social: no era el más popular de la clase, pero los pocos amigos que tenía eran buenos.
Sin embargo, tuvo que llegar la adolescencia y sus inseguridades. Digamos que un día su madre le encontró un frasco de multivitamínicos. Y que le descubrí un recorte de esos curiosos zapatos llamados Elevate Shoes. Digamos, y solo digamos, que su madre y yo empezamos a inquietarnos por su excesiva preocupación: lo habíamos alimentado bien, le dábamos amor, le pusimos límites y, a la vez, libertad según cada etapa de su vida. ¿En qué nos habíamos equivocado?
Hace poco lo invité a almorzar y le confesé lo nervioso que me ponían las chicas a su edad, no por mi estatura, sino por mi acné. “Y ya ves —le dije—, me casé con una hermosura como tu madre”. Sonrió pero no dijo nada. Cuando volvimos al carro, la brisa entraba por la ventana abierta. Conversábamos bonito, a lo largo de la Javier Prado.
Y digamos que de pronto nos topamos con el panel de una leche que usted conoce, que muestra a un chiquillo, incómodo, frente a una chica más alta y una frase que confirmaba el temor de mi hijo y echaba por tierra mis esfuerzos: “Los chatos no la pasan tan bien”. Digamos que me dieron ganas de mandar al carajo esa frase y esa campaña. Y eso que, en verdad, no tengo un hijo bajito. Pero hablo en nombre de los miles de padres y niños que no tienen por qué ser cuestionados en su inseguridad solo porque unos marketeros quieren vender más leche. ¿Quieren aludir a los chatos? Háganlo, pero sin estigmatizarlos: en su anterior campaña lo habían hecho bien.
No le den la razón a Beigbeder, el publicista convertido en novelista: “En mi profesión, nadie desea su felicidad, porque la gente feliz no consume”.
WWW.TORONJA.COM.PE
El Comercio
Por: Gustavo Rodríguez
14 de febrero del 2009
Digamos, y solo digamos, que tengo un hijo de 12 años que es la luz de mis ojos. Es cariñoso, inteligente, y su madre y yo lo adoramos. No es saludable comparar a nuestros niños pero digamos, y solo digamos, que desde que lo veíamos dar sus primeros pasos en el parque nos dábamos cuenta de que era más pequeño que otros. Con el tiempo lo confirmamos: en el nido había niños que le llevaban media cabeza y más. Sin embargo, no le importaba, o quizá ni se daba cuenta.
Digamos que fue en el colegio cuando mi hijo empezó a sentir algo de bronca por su estatura. Un día que fui a recogerlo descubrí que unos niños de segundo grado lo fastidiaban, cantándole que era un piojo. Él trataba de atraparlos, pero los demás eran más rápidos y grandes.
Digamos que fue acostumbrándose a ser de los más pequeños de su clase, lo que compensaba con su simpatía. Sin embargo, recordaba lo cruel que se puede ser en un colegio y a veces lo imaginaba soportando chapas como “leñador de bonsái” o “Tarzán de maceta”. En mi fantasía lo veía salir airoso con alguna frase más sorprendente que la que repetía su madre, que el mejor perfume viene en frasco chico.
Con el tiempo el tema de su estatura nos dejó de parecer importante en su desarrollo social: no era el más popular de la clase, pero los pocos amigos que tenía eran buenos.
Sin embargo, tuvo que llegar la adolescencia y sus inseguridades. Digamos que un día su madre le encontró un frasco de multivitamínicos. Y que le descubrí un recorte de esos curiosos zapatos llamados Elevate Shoes. Digamos, y solo digamos, que su madre y yo empezamos a inquietarnos por su excesiva preocupación: lo habíamos alimentado bien, le dábamos amor, le pusimos límites y, a la vez, libertad según cada etapa de su vida. ¿En qué nos habíamos equivocado?
Hace poco lo invité a almorzar y le confesé lo nervioso que me ponían las chicas a su edad, no por mi estatura, sino por mi acné. “Y ya ves —le dije—, me casé con una hermosura como tu madre”. Sonrió pero no dijo nada. Cuando volvimos al carro, la brisa entraba por la ventana abierta. Conversábamos bonito, a lo largo de la Javier Prado.
Y digamos que de pronto nos topamos con el panel de una leche que usted conoce, que muestra a un chiquillo, incómodo, frente a una chica más alta y una frase que confirmaba el temor de mi hijo y echaba por tierra mis esfuerzos: “Los chatos no la pasan tan bien”. Digamos que me dieron ganas de mandar al carajo esa frase y esa campaña. Y eso que, en verdad, no tengo un hijo bajito. Pero hablo en nombre de los miles de padres y niños que no tienen por qué ser cuestionados en su inseguridad solo porque unos marketeros quieren vender más leche. ¿Quieren aludir a los chatos? Háganlo, pero sin estigmatizarlos: en su anterior campaña lo habían hecho bien.
No le den la razón a Beigbeder, el publicista convertido en novelista: “En mi profesión, nadie desea su felicidad, porque la gente feliz no consume”.
WWW.TORONJA.COM.PE
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